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Copie du premier prix, Diego LOPEZ DE LA TORRE

I- Commentaire en espagnol

[Comente usted esta primera escena de la novela La pata de la raposa de Ramón Pérez de Ayala]

La literatura española de principios del siglo se suele caracterizar por un aspecto sentimental y realista, con narraciones ambientadas generalmente en el mundo burgués.

Es así como en 1912, el escritor español Ramón Pérez de Ayala publica su novela La pata de la raposa, cuya acción transcurre en una ciudad del norte de España.

En este pasaje, que constituye la primera escena de la novela, intitulada « La noche », un narrador externo y heterodiegético, es decir, que no pertenece a la acción ni tiene acceso a los pensamientos de los personajes, nos narra el reencuentro entre dos jóvenes amantes de condición social humilde al final del verano.

De esta manera, el texto comienza por la descripción del entorno de los protagonistas a modo de planteamiento (líneas 1 a 23) y prosigue con la narración de la búsqueda de Manolo por parte de Teresuca (líneas 23 a 42), para finalizar con su reunificación en las líneas 42 a 66.

A sabiendas de esto, podemos preguntarnos: ¿Cómo este texto de novela sentimental de Pérez de Ayala nos anuncia la consolidación de un amor impetuoso entre dos jóvenes de baja escala social que madura a la par que la ciudad en la que viven?

Veremos entonces que se puede contestar esta problemática por la descripción de una ciudad montañesa poco activa que se opone al amor de los protagonistas, así como por la narración de una búsqueda impaciente de la figura del amante y un encuentro que muestra la torpeza y la emoción de un amor joven.

 

De este modo, el texto empieza por la descripción de una ciudad tradicional del norte de España que por su monotonía nos anuncia el regreso a la vida cotidiana.

Se hace así la descripción pictórica de un entorno sin vida e inerte. Para empezar, podemos pensar que esta ciudad se sitúa en la región de Cantabria por el hipocorístico « Teresuca », típico de la zona, así como por la descripción de la arquitectura tradicional abalconada montañesa. Por otro lado, el nombre del monte, « Otero », también es típico de las regiones norteñas. De hecho, este es uno de los elementos que muestran la monotonía de la ciudad de Pilares, ya que « otero » es un sinónimo de « monte », resultando en una tautología que puede simbolizar el poco interés de Pilares. Otro elemento semejante es el de la calle Jovellanos, que se puede encontrar en muchas ciudades de España. Todo esto es acentuado por el campo semántico de lo inmóvil: « decrépita, monotonía, silencio, yacía, pétreo, modorra, engastada » que transmite además una sensación de pesadez y de agobio, tan sofocante que se puede incluso respirar: « parecía respirar un vaho rojizo y grave » (l. 9). La ciudad parece cortada de toda animación ya que ni el viento, cortado por el Otero, ni el tráfico alcanzan la zona. Asimismo, una sensación de silencio eterno parece pesar sobre Pilares, un silencio espectral, cuyo aspecto fúnebre es acentuado por el tañer de las campanas que producen un « errante escalofrío » (l. 8) y la llegada del otoño.

De esta manera, el fin del verano puede interpretarse como la entrada en la vida rutinaria y la monotonía de la existencia conyugal. Se entiende que tras haber estado « veraneando en los puertos del mar » (l. 16), las familias van a regresar a la ciudad y seguir con su rutina. Quizás pueda también interpretarse esto como una señal anunciadora del matrimonio para los dos protagonistas. Las campanas de la iglesia también pueden ser vistas como las del casamiento de los personajes. Esta estabilidad plana de la vida conyugal se puede ver reflejada en el motivo de la columna, que adorna las casas en las que trabajan Teresuca y Manolo. Incluso el nombre de la ciudad, Pilares, simboliza este ritmo repetitivo del matrimonio, que se puede pensar, aguarda a los dos jóvenes.

Sin embargo, este carácter monocromático, tanto de la ciudad de Pilares como de la existencia de sus habitantes contrasta con el ajetreo de las casas de los dos amantes. Estas constituyen la única fuente de vida en la ciudad. La animación de las dos viviendas se construye alrededor de los sentidos, como con el tacto: « damasco » (l. 20), el olfato: « aire puro » (l. 19), la vista: « flamea, amarillo » (l. 20), el gusto: « sedientos » (l. 20) o el oído: « traqueteo de sillas » (l. 22). Esto nos muestra la presencia de una vida sensorial total, símbolo de la juventud de los personajes. Por otro lado, la presencia de « palmeras artificiales » (l. 21) esculpidas puede hacernos pensar que si bien el verano propenso al amor y a los sentidos está abandonando Pilares, se mantiene, no obstante, en los « pilares » de las casas donde habitan los jóvenes para quienes el calor del amor todavía está presente. De hecho, esto es realzado por el título del capítulo, « La noche », el cual supone cierta sensualidad y erotismo, continuando la línea de los sentidos de los personajes.

En conclusión, esta primera parte del texto nos ofrece una visión descriptiva que por una parte relaciona la falta de vida con el matrimonio, pero que, por otra parte nos muestra un entorno de sensaciones y de emociones en el que viven los amantes. A la « hacendosidad doméstica » (l.22) que simboliza la vida conyugal, se oponen las « provocadoras risas jóvenes » (l.23).

 

Pero esta oposición entre la vivacidad de los sentimientos de los personajes y la aparente falta de vida de su entorno no solo se ve reflejada en la descripción de la ciudad, sino también en sus acciones.

 

Es así como en un segundo movimiento del texto, se muestra una impaciente búsqueda de Manolo por parte de Teresa que se asemeja a los romances tradicionales.

De esta manera, la impaciencia y precipitación de Teresuca contrasta con su posición de criada, que simboliza el respeto y la obediencia. Teresuca se muestra impaciente a la hora de reunirse con su novio, lo cual se materializa en la repetición de « Manolo, Manolo » (l. 28), cuya voz baja e insinuante nos traslada de nuevo al ámbito del amor y de la sensualidad. La impaciencia de Teresuca no solo se ve en sus palabras, sino también en sus gestos. La gradación de verbos de acción « se asoma, se encarama, inclinándose » (l. 24-26) nos muestra el ímpetu de la joven por reunirse con Manolo. Esto también se ve con el elemento, en cierto modo cómico, del sacudidor de alfombras (l. 29) que indica que la joven criada hace uso de todo lo que tiene en sus manos para llamar la atención de Manolo, acción que se vuelve a repetir en las líneas 41 a 43. De igual modo, el párrafo que va de la línea 33 a 35 constituye una aceleración del ritmo narrativo que sobresale del ritmo muy lento de la totalidad del texto. Así es como encontramos elementos del campo conceptual del movimiento brusco: « saltando vivamente, oscilar enérgicamente, caer a tierra ».

Esta visible animación de Teresuca se ve además acentuada por la falta de respuesta que la incentiva a doblar la intensidad de su esfuerzo. Es este silencio por parte de Manolo el que lleva a la ya mencionada aceleración del ritmo del relato. De hecho, la incertidumbre de la respuesta de Manolo se vuelve más explícita por el uso del imperfecto del subjuntivo « respondiera » (l. 29), quien hace partícipe al lector de la espera de Teresuca. Una espera que, por otro lado, se vuelca en la desilusión. Tras la llamada de Teresuca al balcón vecino, la única voz que se oye « femenina », lo cual rompe las esperanzas de la joven quien recibe además una respuesta de carácter terco: « No pierdas el tiempo » (l. 32).

Pero lo que le confiere su fuerza narrativa a este momento del texto es su carácter de escena típica de amor. El lector asocia de esta manera esta escena con otras escenas conocidas en las que un amante busca al otro. Sin ir más lejos, el motivo del balcón, que ampara la escena es un elemento recurrente en esta clase de escenas en las que el balcón simboliza el carácter inalcanzable del ser amado, pero también un modo de acceder a él, como en la obra de teatro Romeo y Julieta de William Shakespeare. Sin embargo, aquí se rompe con el modelo tradicional, dado que es la mujer la que busca al hombre. Este aspecto novador permite así un despertar de interés en el lector. Por último, la figura de los dos criados que se aman también conforma un « leitmotiv » en literatura, ligando esta escena con las escenas de amor más tradicionales.

De esta manera, este segundo apartado del texto nos muestra una exaltación del sentimiento de Teresuca que va más allá de su única acción impaciente por encontrarse con Manolo, ya que nos muestra un motivo narrativo tradicional pero desde un punto de vista novador.

 

El último movimiento del texto continúa con la dinámica tensa de la búsqueda de Manolo, al dar desenlace a esta última en un encuentro final.

 

En este apartado, se narra el encuentro torpe e ilusionado de los dos amantes, el cual también nos sugiere la condición baja de los personajes y una visión ingenua del amor por parte de los personajes.

En primer lugar, el autor nos presenta una relación amorosa joven e ingenua, correspondiente con el carácter de los protagonistas. Así es como en las líneas 42 y 43, el campo conceptual de la magia, « artefacto, varita maravillosa, conjuro » le confiere al texto un lado infantil que se corresponde con la edad de los personajes y muestra el aspecto irreal y maravilloso del sentimiento que las mueve, seña de su juventud. Esta misma juventud se percibe a través de la naturaleza de la interacción de los dos amantes, salpicada de risas, y más precisamente, con la repetición « reíase, reía » (l. 54) que muestra dos almas en acuerdo, animadas por las mismas emociones. A esto último se añade la presencia de un extenso vocabulario de la torpeza, « descuido, emoción, aturdimiento, impaciencia, desembarazarse, torpeza, brusquedad, etc. » que introduce durante toda esta parte una sensación de falta de control, el cual es inhibido por el amor. La mención a los romances de las romerías (l. 66) también le concede al pasaje este mismo carácter infantil, que también se le puede atribuir a los protagonistas.

Sin embargo, este pasaje nos muestra que los personajes no están desligados de su condición social. De hecho, cada uno de los dos amantes posee sus objetos característicos, sus « atributos » que rompen con el carácter mágico de la escena. De esta manera, Teresuca tiene en la mano su sacudidor de alfombras, y Manolo sus botas y cepillo de limpiar. No obstante, la desaparición de estos objetos, y sobre todo los de Manolo, quien los tira al jardín, con el fin de reunir las manos de los dos jóvenes, reanuda con lo maravilloso de la acción. La condición más humilde de los personajes también se percibe en su habla más coloquial, « fato » (l.49), « mujer » (l. 64), lo que demuestra que tanto Manolo como Teresuca llevan su condición social en ellos. En el caso de esta última, ésta está envuelta en el mundo de la vida doméstica, materializado por su campo semántico, « señores, adecentar, airear, criada, vivienda » (l. 60-62).

Este último elemento nos permite ver y explicar una cierta idealización de la relación amorosa. Por ejemplo, Teresuca, debido a su escasa educación, solo conoce del amor lo que ha oído en los « romances » cantados en las « romerías », es decir, que todo su conocimiento del amor le viene del ámbito popular. Cabe resaltar sin embargo, que los dos personajes tienen educación suficiente para escribirse cartas. Por lo tanto, Teresuca concibe una relación romantizada con Manolo en la que solo tiene cabida el amor, rechazando otras formas de comunicación, lo que aparece en el diálogo de las líneas 64 a 66: « Sí, muchas filosofías que no entiendo », con una imagen ciega del amor. Esta relación se construye, por otro lado, alrededor del contacto físico y visual: « Dame la mano » (l. 49), « se contemplaron deleitablemente » (l. 59), siendo las manos y la mirada su único vínculo real. Esto se refleja en su diálogo calificado de « coloquio entre amoroso e informativo » (l. 59), una fórmula un tanto peyorativa para calificar una interacción bastante superficial.

Es así como el encuentro de los dos personajes en esta parte final nos hace ver a dos jóvenes impacientes por verse el uno al otro y dominados por sus emociones. Sin embargo, esto no impide una relación ligada al humilde escalón social de los personajes que les lleva a idealizar su relación.

 

Podemos entonces concluir este comentario respondiendo a la pregunta inicial que este texto nos muestra la relación amorosa de dos jóvenes criados, que va madurando a la vez que la ciudad de Pilares, cuya descripción monótona se opone a la de los dos enamorados, constituyendo, no obstante, una suerte de premonición de lo que les espera. La fogosidad del sentimiento de los dos personajes es transmitida por el segundo movimiento del texto, que nos muestra a una joven llevada por la impaciencia de encontrar a su novio, en una escena que nos muestra un carácter un tanto idealizado del amor. Siguiendo esta línea, la tercera parte del texto nos presenta un encuentro y un diálogo que muestran la juventud y la ingenuidad de los amantes a través de una interacción repleta de emociones y vacía de palabras. Esta última parte también nos recuerda el bajo origen social de los personajes, el cual puede explicar la visión que éstos tienen del amor.

De esta manera, el texto presenta una pareja cuyo sentimiento es ya maduro, en la que puede interpretarse como un anuncio del matrimonio, pero que, sin embargo, sigue siendo movida por su juventud.

 

II – Traduction

[Traduisez en français de la ligne 57 («Manolo sacudió…») jusqu’à la ligne 63 comprise («…le contara pocas cosas epistolarmente.»)]

Manolo secoua, d’un geste brusque empli  de dédain, ses bras : la botte comme la brosse  tombèrent dans le jardin. D’une fenêtre à  l’autre, Manolo et Teresuca s’enlacèrent  mutuellement de leurs mains ; ils se  contemplèrent avec délice et entamèrent  une conversation légère entre l’amoureux  et l’informatif. Ils étaient fiancés depuis  maintenant la moitié d’un an. Teresuca,  aux côtés de Camila, une autre domestique,  était rentrée cette même après-midi, précédant  de deux jours les maîtres, dans le but d’aérer  et de mettre en ordre l’habitation. Ils s’étaient  écrits pendant l’été, mais Teresuca se  plaignait du fait que Manolo lui racontait  peu de choses dans ses épîtres.